Presta el oído a todos, y a pocos la voz. Oye las censuras de los demás; pero reserva tu propia opinión.

William Shakespeare

sábado, 18 de febrero de 2012

La caducidad... la ponemos nosotros.


“Por el precio de la reparación... le saldría mejor adquirir uno nuevo”. ¿Verdad que a todos nos resulta familiar? Quizá sea porque se trata de una de las soluciones que los técnicos suelen ofrecen cuando llevamos nuestros aparatos electrónico a reparar.  Después de escuchar esta recomendación, es cuando entra en juego nuestro juicio; obedecer  al sistema o reparar.
Y digo al sistema porque si decidimos hacer la compra, no cedemos ante la persona a la que hemos acudido, sino a toda una cadena de funcionamiento a nivel mundial empeñada en que nuestros  bienes sean renovados antes de que su vida útil halla finalizado: el fenómeno de la obsolescencia programada.

Aunque este nos parezca un concepto nuevo, lo cierto es que ya encontramos en 1925 el primer objeto cuya duración fue concienzudamente delimitada; la bombilla. La primera bombilla puesta a la venta por Edison, en 1881, alcanzaba una duración de  1500 horas. En 1924 el primer cartel mundial, Phoebus, consiguió que la duración aumentase en 1000 horas, pero un año más tarde decidieron que la vida útil de este sencillo utensilio se redujese a mil horas, pues de otro modo su venta no resultaría lo suficientemente rentable. Muchos objetos se han visto afectados desde entonces por la obsolescencia, desde textiles fabricados para desgastarse fácilmente hasta impresoras que  incluyen  chips destinados a contabilizar el número de copias y hacer inútil el aparato cuando se alcanza un numero determinado.
Un caso que puede parecernos más reciente es el de los Iphod. En el documental de Cosima Dannoritze (ganador del premio Ondas 2011 al mejor documental) se presenta el caso de  Cassey Nesistat un  joven estadounidense que decidió emprender una campaña contra Apple, pues  la batería de su Ipod dejó de funcionar a los 18 meses de ser adquirido.  Junto con su hermano escribió  el slogan “las baterías irremplazables del Ipod  solo duran 18 meses” en todos los anuncios publicitarios de del producto  en su ciudad. Ralizaron un video y lo colgaron en  su web. El video fue visto por millones de personas, entre ellas la abogada  Elizabeth Pritzker, quien promovió una querella colectiva contra  Apple.
Finalmente, consiguieron recibir una recompensa por parte de la compañía, así como una garantía de dos años y la creación de un servicio de recambio.
Este caso es un ejemplo del movimiento populares que se opone a la obsolescencia. Obviamente no es probable que toda la sociedad vaya a alzarse contra grandes compañías ( al menos por el momento) pero lo que si es posible que cada uno de nosotros nos replanteemos, cada vez que un móvil, ordenador, o cualquier otra tecnología se estropea o simplemente se nos antoja anticuada, si realmente es necesario cambiarlo por otro, pues, no nos olvidemos, esa “avería” estaba previamente planificada;  somos marionetas de un sistema consumista que basa su supervivencia en nuestra actitud de renovación continua.


Detrás  de todo este truculento funcionamiento se encuentran terribles consecuencias  tanto medioambientales, pues para seguir el rápido ciclo de producción es necesaria una enorme cantidad de factores naturales, así como sociales; países tercermundistas como Ghana reciben bajo la etiqueta de productos de segunda mano, toneladas de materiales electrónicos totalmente inservibles,  procedentes de los países desarrollados.

¿Realmente vale la pena adquirir el último modelo, optar por la compra en lugar de la reparación,  cuando eso supone participar en la degradación medioambiental y dejarnos atrapar por la trampa oculta de la obsolescencia? Cuestión de principios.

Patricia Sánchez López.


7 comentarios:

  1. Carmen Hernández Robledo19 de febrero de 2012, 15:50

    Me encanta este tema y a la vez no consigo que no me resulte chocante. Para mi supone una especie de lucha contra nosotros mismos, ponemos limitaciones a nuestros avances, no podemos sacar partido a la victoria de nuestro esfuerzo…y todo ello por motivos comerciales, al fin y al cabo las razones económicas nos mueven más que nuestra propia satisfacción de mejorar. Pienso que la obsolescencia programada es un ejemplo que refleja los problemas de nuestra sociedad. Nos encontramos dentro de una nube de consumismo que normaliza el adquirir continuamente las novedades y olvidarnos de aspectos como el medio ambiente. Casos como los que has dicho suponen incluso un claro engaño hacia el consumidor, por lo que considero que en este aspecto la justicia debe tomar un papel importante. En relación a esto, creo que hay que destacar lo útil que resulta Internet, pues nos ofrece nuevos puntos de vista y muchísima información que nos ayuda a abrir los ojos y a cultivar una visión más crítica de lo que nos rodea.

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  2. Carlos Martinez Illan19 de febrero de 2012, 17:54

    La obsolescencia programada es el mejor ejemplo de lo que es nuestra sociedad, el dinero importa todo y todo lo demas no importa nada. Esto debería desaparecer, en el caso que comenta Patri, la cantidad de energía que se ha desperdiciado con lo de las bombillas, y el dinero que se podía haber ahorrado. Además el medio ambiente estaría mucho mejor que actualmente, ya que las consecuencias de las producciones industriales excesivas.
    Si fueramos menos consumistas y no necesitaramos siempre "lo mas nuevo", esta obsolescencia no tendria sentido y todo funcionaría mejor.

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  3. Este tema me resulta bastante interesante en relación con el doble grado que estamos estudiando.
    Me llama mucho la atención el ejemplo de la bombilla que en vez de dar un paso adelante solo por ganar dinero se de el paso hacia atrás, pero esta vida es así y el mundo se mueve por el dinero básicamente. Quien tiene dinero es el mejor y quien no tiene nada es el peor.
    Debo que podríamos reflexionar sobre este tema ya que el medio ambiente no se puede renovar como todos estos aparatos y si por cada aparato lo estamos destruyendo, llegara un momento que acabemos con el, y este como he dicho antes no es que no se pueda renovar, sino que si lo destruimos nos quedamos sin él.

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  4. Una vez más, y esta vez con la obsolescencia programada, nos damos cuenta de que somos esclavos de un sistema controlado por el poder de las grandes empresas. Estás ajustan nuestra forma de consumir a sus necesidades. Por otra parte esto da lugar a una continua explotación de recursos que poco a poco dará lugar a acabar con ellos. Me parece vergonzoso por su parte que siempre hagan las cosas aprovechándose del resto.

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  5. "Somos marionetas de un sistema consumista que basa su supervivencia en nuestra actitud de renovación continua" creo que está magnífica frase que has incluido en la entrada resume perfectamente nuestro sistema. Yo creo que viviríamos en un sistema con una sociedad más avanzada y equitativa si dejásemos de lado el dinero. Creamos productos con fecha de caducidad con los que no paramos de contaminar el planeta, enfermedades que matan a millones de personas porque no tienen el dinero suficiente para comprarle a sus asesinos los medicamentos necesarios para curarse, somos capaces de crear nuevas formas de energía no contaminantes y con las que se podría abastecer al mundo entero, pero ponen en peligro el negocio del petróleo, preferimos destruir el superávit de alimentos a alimentar a la gente que se está muriendo de hambre. Quizás si perdiésemos esa codicia que tanto nos caracteriza, fenómenos como la obsolescencia programada nos parecerían ciencia ficción.

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  6. Estoy de acuerdo con todos vosotros, nos tratan como marionetas, y mueven sus hilos alrededor del dinero. Y lo peor es que tienen éxito. ¿Por qué compramos una y otra vez un móvil que no dura más de un año? Porque crean en nosotros esa necesidad, y lo peor es que nosotros contribuimos a ello; la mayor parte de nuestra necesidad la creamos al ver que todo el mundo tiene "ese móvil" "ese ordenador" y sentimos necesidad de ello. ¿Tan poca personalidad tenemos?

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  7. Interesante entrada y muy de actualidad. El concepto de obsolescencia programada vendría ser sinónimo de nuestra sociedad actual, donde todo funciona con prisas y pronto se hace perecedero. Me sorprende el ver como si avanzamos un paso retrocedemos al instante dos, no entiendo como después de tantos avances, y muy costosos por cierto, el ser humano y en concreto las empresas, crean productos con dispositivos especiales para que se rompan al cabo de unos meses o de unos años.
    El que no lo entienda, no quiere decir que no tenga su lógica, las empresas se han dado cuenta que poner su productos más caros le reporta un menor beneficio, por lo que han hecho caso a la brillante idea de hacer que lo que vendamos se rompa pronto y fácil para que los consumidores acudan a nuestro carísimo servicio técnico de marca, que se echen para atrás (porque arreglarlo sale muy caro) y nos compren otro producto exactamente igual al que adquirieron hace unos meses. Insólito.

    Un ejemplo típico y que ya lo citas en la entrada es el de las impresoras, a mi particularmente se me rompió una y no por mal uso, simplemente a los dos años murió. La compre cuando estaban más caras que ahora y la vendían muy bien, pero resulta que aparte del alto precio de los cartuchos, estas a largo plazo (2 años) se rompen…

    Parece mentira que en vez de presumir de la calidad de nuestros productos, que estos podrían durar años y años perfectamente, seamos, la sociedad en su conjunto, tan poco inteligentes de no aprovecharlo.

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